"Una necesita al mar para esto: para dejar de creer en la realidad. Para hacerse preguntas imposibles. Para no saber. Para dejar de saber. Para embriagarse de olor. Para cerrar los ojos. Para dejar de creer en la realidad" -Cristina Rivera Garza-

Suaves son los días en las llamas: lo nuevo de Belafonte Sensacional

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna, Collage de Cabezas en Coma

Ayer se cumplieron dos meses de mi regreso al desierto. Volver a casa no siempre es fácil, y lo único que me ha acompañado estos meses ha sido la incertidumbre y el nuevo álbum Llamas, Llamas, Llamas de Belafonte Sensacional, que se siente como una curita que pega chueco, como una michelada tibia de la ciudad, como comer un taco sin sentarse, como ir apretada por otros cuerpos en el metro; a tal grado que ni siquiera necesitas sostenerte porque estás sostenida por la masa. Y no, no importa si sudas sobre la piel del de al lado, absolutamente a nadie le importa.

Empezaré por hablar del gran trabajo que hay detrás de la portada: un aquelarre de mujeres mexas alrededor de una fogata, que parece recién pintada a pincel alzado, con un estilo que me recuerda a Orozco y a los libros de texto escolares de los 90. Sin duda nos invitan al ritual, algo que se comprueba con el primer track de este álbum:

Llamas Rexio: es un jazz percutivo experimental, animal, con un tape que va y viene y un mensaje detrás del ritmo por descifrar. Interferencias, un toque progresivo y llamas: un llamado de 1:39 minutos que desciende en la siguiente rola con una maestría digna de estacionar un tráiler en doble fila.

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna

OMI: y cómo quisiera que aún vivieras conmigo pa’ caminar por La Obrera y cerca de Balderas como en los viejos tiempos, aunque te asuste cuando le grito a los viejos cochinos que se metan el dedo por… cuando no paraban de acosar. Aun así, fuimos felices en esa casita, aunque el trolebús siempre estuviera a punto de llevarnos de corbata cada que íbamos por cawamas a la tienda. Un bajo insistente y precioso, una guitarra dulce, un tempo medianamente lento pero desmadroso, una nostalgia pequeña y despeinada, así como la que siento cada vez que cierro los ojos y pienso en ti, en tus ojos color avellana, aunque ya vivas en otro país que no tiene trolebús, ni cawamas en la tienda, ni mucho menos viejos morbosos…

Viene el fade out y aparece esta joya, de quien saborea la nostalgia como quien raspa el fondo de una cazuela. Hablar de nostalgia siempre me recuerda a mi amigo Cali, que hace mucho no veo. Él decía que la nostalgia es una tristeza chiquita pero romántica, como ponerle azúcar al café o curar con guayaba el pulque…

Todavía DF: es un soneto a la nostalgia, una emoción que ya salió de casa, una que quedaba en La Doctores porque nunca nos fuimos muy lejos. Así nomás, por puro romanticismo del centro de la ciudad, se nos perdió el recuerdo entre una bola de culeros y se fugó por Regina. Y ya sabes, unos más que otros, y uno en particular que tiene cara de perro y boquita de pajarito, que vive entre el desmadre de los puestos en la calle y unos pollos asados bien pinche buenos, que como buenos que son, siempre tienen fila. Igual que ese cabrón con ojos de cacomixtle, profundos como la noche, que a mí me quitaban el sueño. Ni la gente que le dice todavía “DF” a la ciudad añoró tanto como yo volver a dormir en esa cama que quedaba bien cerca del Zócalo.

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna

Todavía DF es un juego de guitarras que se ponen cursis y medio surferas al mismo tiempo que sacan el cobre; un bajo sutil y fino que agarra vuelo hasta llegar a un clímax medio garage y bastante psicodélico. Una combinación ganadora de desmadre y añoranza, un cruce de cables, igualito que la ciudad en hora pico, con un final fúnebre que se interrumpe para dar paso a una bella salsa, corta y fugaz.

Manuel, te amo un putero. Lo escribí en la pared para que lo sepas bien, y así, con la gracia de un paso sandunguero que lo contienen .38 minutos, así mismo se me fue ese Manuel, como quien atraviesa la Alameda con prisa. Y ahora, nomás por eso me está lloviendo tupido

Me llueve tupido, Manuel, en los mendigos y mondrigos, 46 grados que tiene mi desierto al que volví de panzazo. Sí, me llueve en el corazón, en el recuerdo, con el alma aferrada al dolor, con un destino criminal, porque no sé si matarte en mí o ponerte una veladora. Y en eso entra Negro Soledad, una cumbia rebajadona como de esas que te traen a paso torpe e infalso en la peda, lentito porque se te mueve el piso. Pero aun así bailamos guapachoso y hasta abajo, porque “no llores cumbias, cumbias bailarás”, yo bailo, con todo y que vivo en este valle metralla; bailo aunque a ti te sobre el olvido de esta negra que trapea el piso, porque en la soledad también se danza: despacito pero no pegado…

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna

En un rocksito recuperador sale al fuego el sexto track de este álbum: Roca Roy.
¡Chingado! Cómo me gustaba andar de fiesta contigo, porque cuando se ama llama se arma chido ese destroy, aunque no lo creas, “Pinche Belafonte, wey, ya suéltame con tu punk romanticón a la yugular; pero no hay pedo, mijo, no me debes nada, lo hice por el punk, así que tú:

Fuma cielos, baila changos chidos, roca y rol
Canta callejeras, pinta fiebres, tira piedra al sol
Raya cielos, aguaceros, alegrías para dar calor

Y olvídate de mí en la fiesta interminable de la ciudad monstruo, el mismo lugar que nos juntó.

Después, un poco de tregua: “Y ya sé qué van a decir, que qué cliché, que nomás porque en esta rola se hecha el palomazo la Julieta (que se rifa), pero nel, no es por eso, al chile Suaves son los días es mi rola favorita de este disco, porque le quitaron las espinas a los nopales pa’ poder comérmelos.” Pues este mambo mental que me traigo, solo esa rola me lo aquieta, con tremendos metales que no puedo dejar de tararear, una marcha alegre pa’ las tristes como yo. Aún conservo los clavos que me dejaste en el pecho, como símbolo de fiesta, de que un día estuviste aquí, que fue raíz del mundo de un amor que se nos fue.

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna

Pienso en los días suaves y pienso en mis amigues: de la Guerrero, de la Pino Suárez, de la Álamos, de Neza, de la Mocte, en Shai, Dan, la Lux, el Will, la Iris, Mar, el Qorne, el Wachito, la Mafer, la Ru, mis Andreas y toda la bandita de esa fiesta infinita. Pienso en ti incluso con sobras de despedida, aunque no quiera que te vayas. Por favor, quédate un poquito más.

Y así, como cuando las migajas están más buenas que un pan de triciclo en la madrugada, así llega Jovita Verano, en el verano más duro que le ha tocado a esta norteña en un desierto que no sabe de sombras y que se cree pariente de la ciudad al llenarlo todo de concreto.

Y tú dirás: “Mija, ¿qué es esto, una desesperada declaración de desamor o una reseña?”
Ambas, cariño. Porque no hay referencia intacta al escuchar a Belafonte: te absorbe y te pasea por un México de antaño que no todes conocimos pero que sí extrañamos, que extrañaremos para siempre. Si tuviera que describir el sonido de Belafonte y sus letras, irremediablemente tendría que hablar de Texteiro, de Rockdrigo, porque tienen ese toque rupestre, y hablaría un montón sobre haikus mexas, de poemas que no riman pero que no tienen que rimar para ser poemas, todo eso en una bolsa bien mezclado con popote, salseado con lo urbano, con la calle, con la lagunilla, con el centro histórico y el no tan histórico, así como el rock-folk nacional.

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna

Toca a mis oídos la rola que cierra este disco: Chris Farley.

La ternura está rota. Yo también quiero morirme como Chris Farley. La autodestrucción ya no luce tan glamurosa sin las luces parpadeantes de la ciudad. Y acá, donde no hay nada, donde las dunas se deshacen, todo se nota, y la decadencia tiene su propio flow.

Por eso acá nadie me entiende mientras camino por las calles de Hermosillo entre los 46 grados y los baches, moviendo la cabeza al ritmo de Llamas, Llamas, Llamas. Tengo ganas de poner una bocina a todo volumen pa’ que incluso en mi ranchito entiendan lo que es extrañar al DF y aún así no querer estar ahí.

Así que México, como le llaman los antiguos provincianos (es decir, mi mamá) al DF:

“No te mueras por favor… estoy sola, tengo un gato y muchos recuerdos.”

¿Y qué importa si vago con el cora roto? Ya sabemos que la suerte es una especie de dios y que se ha acabado la beca que me dio el estado; por eso nomás queda escribir por gusto.

Gracias, Belafonte Sensacional, por no dejarme morir este verano mientras sudo entre sahuaros y memorias. Gracias por un álbum que fue bálsamo y rito, por un sonido que me cauterizó la herida que traje por ahí paseando. Gracias por el viaje, por el roca y rol que me sostuvo cuando todo lo demás temblaba; por eso, Chris, este no es el fin, vamos a seguir viviendo, para siempre, así como la música...

Fotografías cortesía de Qornelio Reyna


P.D: Desde Cabezas en Coma agradecemos a uno de nuestros Avatars del Rock favoritos por el registro fotográfico que vistió a esta nota y que viste a las memorias del rock actual nacional. 
Gracias Qorne por tu amor al desmadre y a la foto.



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