"Una necesita al mar para esto: para dejar de creer en la realidad. Para hacerse preguntas imposibles. Para no saber. Para dejar de saber. Para embriagarse de olor. Para cerrar los ojos. Para dejar de creer en la realidad" -Cristina Rivera Garza-

El Patrón de Sonora: el mensajero floral

Fuimos invitadas a la conferencia/show de "El Patrón de las Flores", al que Manuel Ballesteros le da vida. Manuel siempre ha tenido un carisma particular y brilloso en su trato con la gente. Cuando yo le conocí, estaba iniciando mi segunda carrera y comenzando mis primeros pasos académicos en las artes. Tenía 23 años y ya sentía que iba tarde en comparación con mis compañeros de 18 y 20 años. Me preocupaba ser “vieja” y no virtuosa. Manuel, con la chorcha que lo caracteriza, me dijo:

—¡Noooooombre! Estás súper a tiempo. Yo estudié justo a esa edad y salí también a los 27.
(Esa edad me parecía tardía, resultado de la presión social del gremio, que desecha del escenario a los cuerpos que no son jóvenes).
—No pasa nada si inicias tarde, el chiste es no pararle.
Esas palabras se me quedaron grabadas y fueron mi mantra cada vez que la escuela de artes intentaba escupirme de sus recintos.

¿Por qué te cuento todo esto?

Porque, para quienes no conocen a Manuel, tiene una trayectoria larga y muy valiosa en la danza. Con el tiempo —y la necesidad, dice él— se volvió coreógrafo y actor. Pensaba que bailaría toda la vida, un sueño bastante guajiro si vives en México, y sobre todo si eres del norte del país. Un sueño guajiro que sí cumplió. Así que, después de estar en escenarios locales, nacionales e internacionales, Manuel ha convertido los patios, las salas y las estancias de las familias sonorenses en su nuevo escenario.

A sus 51 años bien bailados, Manuel ha encontrado en un servicio de entrega de flores no solo un negocio familiar —su esposa, María Luisa también bailarina, sigue haciendo equipo con él en todas sus locuras, algo hermoso de ver—, sino también un escenario vivo y cambiante que le abre las puertas del cotidiano de las familias hermosillenses.

—Soy un mensajero del amor, un psicólogo por accidente, un terapeuta floral —nos dice Ballesteros en su conferencia.
Cualquier pretexto es bueno para festejar. Su objetivo: llevar un ramo de flores, un detalle, de un remitente a un destinatario.

—Mi señal es el humo blanco que sale de cada asador al que llego a entregar una flor —nos lee Manuel en este gran experimento que es su conferencia/show.
¡Ah, loco jodido! No solo es mensajero, también es poeta.

Algo que me gusta mucho del trabajo de Manuel es que tiene muy claros sus orígenes. Tiene orgullo de ser norteño desde antes de que se pusiera de moda. Recuerdo su pieza Asando danza, una obra maestra de la danza contemporánea mexicana que bailaba alrededor del ritual de la carnita asada. Me acuerdo que hasta Japón fue a parar esa pieza. Y ojo: no se trata solo de hacer “arte regional” exotizando las tradiciones populares del pueblo, sino de tomar el origen y transformarlo, transmutar, hablar con el corazón, danzar con congruencia.

Algo que me impresionó mucho —y que recién me enteré— es que, pese a toda su gran trayectoria, carisma y experiencia en escena, Manuel nunca ha sido invitado a un Desierto para la danza:

—Nunca fui suficiente para las vacas sagradas —dice Ballesteros con picardía.
—Pero está bien. Me hicieron un favor, porque gracias a eso pude encontrar otras formas de existir en la escena sonorense.
Así fue como llegó al teatro y del mismo, como se encontró con El Patrón de las Flores.
—Además, imagínense qué sería de mí (repite Manuel)… quizás ahorita nomás andaría peleando por un salón. Y yo reí de inmediato, así como ríen las personas enteradas.

Más de 20 años de trabajo sostienen a Manuel en la escena. Ahora, a manera de antropólogo y coleccionista, empezó a escribir todas las historias de amor, perdón y festejo que ha vivido como mensajero.

—Estoy a tres entregas de tener 400 historias —dice.
Y así, a lo largo de la conferencia, nos va contando sus experiencias, que a su vez son historias de vida de todas las personas que han contactado al Patrón en busca de un momento entrañable.

El 80% de las entregas son para mujeres, el otro 20% para hombres.
Y pregunta:

—¿A los hombres se les puede regalar flores? Cuando un hombre muere, recibe flores. ¿Por qué no en vida? Una flor es un poderoso acto para reconectar el recuerdo con el presente, para permitirnos ser agradecidos.

Cada entrega es distinta. Cada entrega es una función diferente. Un nuevo escenario. Cada ramo entregado es una radiografía de la persona celebrada, un ritual, una ofrenda, no solo para esas personas,  también lo es para mí, nos cuenta el Patrón.

La función terminó con risas, ternura y gratitud, Manuel nos demostró que en la Gloriosa Stage Bar también hay hombres que hacen humor sin necesidad de reírse de las minorías. Que eso de: “lo mejor de la comedia en Sonora” definitivamente es mucho más extenso de lo que algunos proclaman.

Manuel dijo adiós, pero el público quería más: Levantó la mano, dio comentarios, hizo preguntas… hasta un señor dijo tener siempre una silla para Manuel en su mesa, en su familia. Y eso es el más valioso reconocimiento: mejor que no querer compartir un salón, mucho mas autentico que autoproclamarse el mejor  o los únicos relevantes, mejor que cualquier premio. Manuel ha construido, a lo largo de los años, a su propio público. Les conoce de cerca,  de hace tiempo, les abraza… y el público a él, en todas sus facetas.

Un bailongo y un hurra por el nuevo proyecto de Manuel, que con orgullo viste y baila flores. Por favor festejemos a todos esos seres creativos que se reinventan para no morir.



    Fotografías cortesía de "La Revelada"  Luz Zuñiga


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